VICO ACITILLO 124 - POETRY WAVE
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Direttore: Emilio Piccolo


Sans passion il n'y a pas d'art

Le carte di Bartleby
Notizie dal pianeta


Juana Inés de la Cruz
Poesie

   
Lo atrevido de un pincel
Divina Lysi mía
Perdite, señora, quiero
Me acerco y me retiro
Ya, desengaño mío
Mueran contigo, Laura, pues moriste
Hombres necios que acusáis

1. Lo atrevido de un pincel

Lo atrevido de un pincel,
Filis, dio a mi pluma alientos:
que tan gloriosa desgracia
más causa corrió que miedo.
Logros de errar por tu causa
fue de mi ambición el cebo;
donde es el riesgo apreciable
¿qué tanto valdrá el acierto?
Permite, pues, a mi pluma
segundo arriesgado vuelo,
pues no es el primer delito
que le disculpa el ejemplo
de ti, peregrina Filis?,
cuyo divino sujeto
se dio por merced al mundo,
se dio por ventaja al cielo;
en cuyas divinas aras,
ni sudor arde sabeo,
ni sangre se efunde humana,
ni bruto se corta cuello,
pues del mismo corazón
los combatientes deseos
son holocausto poluto,
son materiales afectos,
y solamente del alma
en religiosos incendios
arde sacrificio puro
de adoración y silencio.
Yo, pues, mi adorada Filis,
que tu deidad reverencio,
que tu desdén idolatro
y que tu rigor venero:
bien así, como la simple
amante que, en tornos ciegos,
es despojo de la llama
por tocar el lucimiento
como el niño que, inocente,
aplica incauto los dedos
a la cuchilla, engañado
del resplandor del acero,
y herida la tierna mano,
aún sin conocer el yerro,
más que el dolor de la herida
siente apartarse del reo;
cual la enamorada Clicie
que, al rubio amante siguiendo,
siendo padre de las luces,
quiere eñsenarle adimientos;
como a lo cóncavo el aire,
como a la materia el fuego,
como a su centro las peñas,
como a su fin los intentos;
bien como todas las cosas
naturales, que el deseo
de conservarse, las une
amante en lazos estrechos...
Pero ¿para qué es cansarse?
Como a ti, Filis, te quiero;
que en lo que mereces, éste
es solo encarecimiento.
Ser mujer, ni estar ausente,
no es de amarte impedimento;
pues sabes tú que las almas
distancia ignoran y sexo.
¿Puedo yo dejar de amarte
si tan divina te advierto?
¿Hay causa sin producir?
¿Hay potencia sin objeto?
Pues siendo tú el más hermanso,
grande, soberano exceso
que ha visto en círculos tantos
el verde torno del tiempo,
¿para qué mi amor te vio?
¿Por qué mi fe te encarezco,
cuando es cada prenda tuya
firma de mi cautiverio?
Vuelve a ti misma los ojos
y hallarás, en ti y en ellos,
no sólo el amor posible,
mas preciso el rendimiento,
entre tanto que el cuidado,
en contemplarte suspenso,
que vivo asegura sólo
en fe de que por ti muero.

2. Divina Lysi mía

Divina Lysi mía:
perdona si me atrevo
a llamarte así, cuando
aun de ser tuya el nombre no merezco.
A esto, no osadía
es llamarte así, puesto
que a ti te sobran rayos,
si en mí pudiera haber atrevimientos.
Error es de la lengua,
que lo que dice imperio
del dueño, en el dominio,
parezcan posesiones en el siervo.
Mi rey, dice el vasallo;
mi cárcel, dice el preso;
y el más humilde esclavo,
sin agraviarlo, llama suyo al dueño.
Así, cuando yo mía
te llamo, no pretendo
que juzguen que eres mía,
sino sólo que yo ser tuya quiero.
Yo te vi; pero basta:
que a publicar incendios
basta apuntar la causa,
sin añadir la culpa del efecto.
Que mirarte tan alta,
no impide a mi denuedo;
que no hay deidad segura
al altivo volar del pensamiento.
Y aunque otras más merezcan,
en distancia del cielo
lo mismo dista el valle
más humilde que el monte más soberbio,
En fin, yo de adorarte
el delito confieso;
si quieres castigarme,
este mismo castigo será premio.

3.  Perdite, señora, quiero

Perdite, señora, quiero
de mi silencio perdón,
si lo que ha sido atención
le hace parecer grosero.
Y no me podrás culpar
si hasta aquí mi proceder,
por ocuparse en querer,
se ha olvidado de explicar.

Que en mi amorosa pasión
no fue desuido, ni mengua,
quitar el uso a la lengua
por dárselo al corazón.

Ni de explicarme dejaba:
que, como la pasión mía
acá en el alma te vía,
acá en el alma te hablaba.

Yen esta idea notable
dichosamenta vivía,
porque en mi mano tenia
el fingirte favorable.
Con traza tan peregrina
vivió mi esperanza vana,
pues te pudo hacer humana
concibiéndote divina.
¡Oh, cuán loca llegué a verme
en tus dichosos amores,
que, aun fingidos, tus favroes
pudieron enloquecerme!
¡Oh, cómo, en tu sol hermoso
mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo lucido,
olvidó lo peligroso!
Perdona, si atrevimiento
fue atreverme a tu ardor puro;
que no hay sagrado seguro
de culpas de pensamiento.
De esta manera engañaba
la loca esperanza mía,
y dentro de mí tenía
todo el bien que deseaba.
Mas ya tu precepto grave
rompe mi silencio mudo;
que él solamente ser pudo
de mi respeto la llave.
Y aunque el amar tu belleza
es delito sin disculpa
castígueseme la culpa
primero que la tibieza.
No quieras, pues, rigurosa,
que, estando ya declarada,
sea de veras desdichada
quien fue de burlas dichosa.
Si culpas mi desacato,
culpa también tu licencia;
que si es mala mi obediencia,
no fue justo tu mandato
Y si es culpable mi intento,
será mi afecto precito,
porque es amarte un delito
de que nunca me arrepiento.
Esto en mis afectos hallo,
y más, que explicar no sé;
mas tú, de lo que callé,
inferirás lo que callo.

4. Me acerco y me retiro

Me acerco y me retiro:
¿quién sino yo hallar puedo
a la ausencia en los ojos
la presencia en lo lejos?
Del desprecio de Filis,
infelice, me ausento.
¡Ay de aquel en quien es
aun pérdida el desprecio!
Tan atento la adoro
que, en el mal que padezco,
no siento sus rigores
tanto como el perderlos.
No pierdo, al partir, sólo
los bienes que poseo,
si en Filis, que no es mía,
pierdo lo que no pierdo.
¡Ay de quien un desdén
lograba tan atento,
que por no ser dolor
no se atrevió a ser premio!
Pues viendo, en mi destino,
preciso mi destierro,
me desdeñaba más
porque perdiera menos.
¡Ay! ¿Quién te enseño, Filis,
tan primoroso medio:
vedar a los desdenes
el traje del afecto?
A vivir ignorado
de tus luces, me ausento
donde ni aun mi mal sirva
a tu desdén de obsequio.

5. Ya, desengaño mío

Ya, desengaño mío,
llegasteis al extremo
que pudo en vuestro ser
verificar el serlo.
Todo los habéis perdido;
mas no todo, pues creo
que aun a costa es de todo
barato el escarmiento.
No envidiaréis de amor
los gustos lisonjeros:
que está un escarmentado
muy remoto del riesgro.
El no esperar alguno
me sirve de consuelo;
que también es alivio
el no buscar remedio.
En la pérdida misma
los alivios encuentro:
pues si perdi el tesoro,
también se perdió el miedo.
No tener qué perder
me sirve de sosiego;
que no teme ladrones,
desnudo, el pasajero.
Ni aun la libertad misma
tenerla por bien quiero:
que luego será daño
si por tal la poseo.
No quiero más cuidados
de bienes tan inciertos,
sino tener el alma
como que no la tengo.

6. Mueran contigo, Laura, pues moriste

Mueran contigo, Laura, pues moriste,
los afectos que en vano te desean,
los ojos a quien privas de que vean
hermosa luz que a un tiempo concediste.

Muera mi lira infausta en que influiste
ecos, que lamentables te vocean,
y hasta estos rasgos mal formados sean
lágrimas negras de mi pluma triste.

Muévase a compasión la misma muerte
que, precisa, no pudo perdonarte;
y lamente el amor su amarga suerte,

pues si antes, ambicioso de gozarte,
deseó tener ojos para verte,
ya le sirvieran sólo de llorarte.

7. Hombres necios que acusáis

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué quereis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
el mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana:
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

Pues ¿para quée os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.


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